Como comenté en la nota anterior “¿Ecológico o regular?” (CLICK AQUÍ para leer la nota completa), uno de los principales motivos para elegir alimentos ecológicos es debido a la presencia de pesticidas perjudiciales para la salud en los alimentos regulares.
Primero que nada, cuando me refiero a pesticidas, es una manera simple de generalizar una cantidad de compuestos fitosanitarios enorme, como herbicidas, insecticidas, fungicidas, etc. Creo que es el término más acuñado popularmente y por eso lo utilizo.
Para que te des una idea, existen alrededor de 1000 pesticidas en la actualidad. De ellos, solo aproximadamente 50 se conoce que son verdaderamente perjudiciales para la salud.
En segundo lugar, merece la pena aclarar en qué alimentos podemos encontrar pesticidas:
- Frutas y verduras
- Cereales
- Legumbres
- Productos de origen animal: leche, huevos y carne procedentes de animales alimentados con piensos elaborados con vegetales o que hayan bebido agua que contenga residuos.
La pregunta que te debes estar haciendo es: ¿y por qué son tan malos los pesticidas?
El riesgo de un plaguicida depende de tres cosas:
1. la exposición (cuánto pesticida): la cantidad que recibe el cuerpo.
2. la toxicidad (cuán malo): qué tan malo es para el cuerpo.
3. la persona (qué características pueden hacer más vulnerable a esa persona al pesticida): principalmente corren mayor riesgo los niños (lógico, el niño pesa la mitad que un adulto pero ingiere la misma cantidad), los ancianos (tienen menor capacidad para “limpiar las toxinas del cuerpo”), las embarazadas (suelen tener absorción aumentada y pasaje transplacentario a un feto con bajo poder de eliminar toxinas), personas con múltiples patologías y/o debilitadas por algún proceso (patologías renales, hepáticas, etc).
El problema es que estos parámetros no son tan “blanco o negro”, “bueno o malo”. Veamos…
La exposición suele tener en cuenta al evento aislado y no considera la exposición sostenida: el problema es que por lo general los pesticidas “malos” se van acumulando en el tejido graso del cuerpo. Esto genera que una sola exposición no suponga en sí un riesgo, pero que la exposición a lo largo de años de consumo de pesticidas, sí pueda representarlo.
Sobre la toxicidad, el punto más importante que se analiza suele ser el “límite de tolerancia”. Éste indica un límite numérico de la cantidad de plaguicidas que determina que es seguro que quede sobre o en el alimento (llamado residuo de pesticida).
Según el informe de la EFSA del 2020 (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), el 94,9 % del total de muestras de alimentos analizadas cayó por debajo del nivel máximo de residuos. Lo cual es una buena noticia pero el problema es que, nuevamente, ese límite considera solamente la exposición única y generaliza todos los pesticidas, pero no analiza la toxicidad de cada uno por separado y la exposición crónica.
Por poner un ejemplo: puedo comer una manzana -no ecológica- que no supera el límite de tolerancia (me pongo contenta), pero si todos los días de mi vida como 2 manzanas: ¿Qué pasa?
Pues con algunos pesticidas no se sabe, con otros sí.
Otro problema con la toxicidad es que los pesticidas suelen ser “combos” de varias sustancias y cada una tiene una toxicidad diferente. Una recomendación es mirar la “palabra señal” que contenga la etiqueta del pesticida:
- precaución: menor toxicidad
- advertencia: toxicidad media
- peligro: alta toxicidad
Por último, no es lo mismo la toxicidad de un alimento recién rociado que uno que ha concluido el “intervalo pre cosecha”, es decir, el tiempo que tardan los pesticidas residuales en descomponerse (disminuir) a un nivel que se considera de bajo riesgo. Ese tiempo puede variar desde 1 hasta 21 días aproximadamente.
Ahora sí, hablemos de su impacto en la salud.
Los pesticidas pueden provocar problemas de salud a través de dos grandes vías:
- Actuando como disruptores endocrinos
- Provocando alteraciones de la microbiota (disbiosis)
- Actuando como disruptores endocrinos
En realidad, estos dos puntos pueden incluso ser vistos como dos caras de la misma moneda. Pero lo importante es que la acción de los pesticidas no se queda solo en el tubo digestivo, sino que va más allá.
Los disruptores endocrinos son sustancias que interactúan con el sistema endocrino, es decir, el sistema hormonal del cuerpo. Una hormona, si no sabes, es básicamente un mensajero químico del cuerpo que va a comunicar los principales sistemas del cuerpo: endocrino, inmunológico y nervioso. Para eso modifica el funcionamiento de diferentes tejidos (por ejemplo tiroides, ovarios, testículos, próstata, páncreas, pero de todo el cuerpo en general), incluso con impacto a nivel del ADN. La producción de hormonas en el cuerpo es un sistema muy delicado y sofisticado por dos cosas. Una es que varía según el momento del día, el momento del ciclo (mujeres), la edad, la exposición a la luz, a alimentos, a hábitos y a muchos factores más. Y dos, es que se produce una cantidad prácticamente minúscula en relación a la cantidad de otras sustancias en el cuerpo, sin embargo su impacto es enorme.
Esto explica porqué los disruptores endocrinos pueden provocar síntomas tan diversos en el cuerpo, predisponiendo a enfermedades autoinmunes (hipotiroidismo) o metabólicas (diabetes, obesidad), malformaciones congénitas, trastornos de la fertilidad o cáncer. El asunto sobre los disruptores endocrinos es que no existe una dosis segura.
La microbiota es el conjunto de microorganismos beneficiosos presentes en todo el cuerpo, aunque la mayor parte son bacterias que están en el tubo digestivo. Lo interesante es que estos microorganismos van a regular múltiples funciones en el cuerpo a través de moléculas que producen, actuando en cierto modo de manera similar al sistema endócrino. Estos microorganismos son muy sensibles a los cambios en la alimentación, hábitos y a algunas sustancias como los pesticidas. Esto da lugar a una “disbiosis”, es decir, un cambio en la conformación de esa microbiota. Principalmente suele ocurrir una disminución de lactobacilos y bifidobacterias, con un aumento de bacteroides y enterococos. Estos aumentos y disminuciones de los grupos de bacterias están asociados a diferentes problemas de salud (obesidad, diabetes, trastornos de la conducta, y más).
Sobre los puntos anteriores, hay numerosos estudios que detallan el impacto de los pesticidas disruptores endocrinos y las disbiosis, principalmente “in vitro” (en tejidos crecidos artificialmente en laboratorio) e “in vivo” (en animales). En cuanto a estudios en humanos, sí que los hay, pero muchos menos y suelen ser observacionales ya que no sería ético darle pesticidas a humanos.
Pero qué pasa, ¿los gobiernos no conocen esta información?
Bueno sí, pero los cambios en la industria llevan tiempo. Por más que queramos, parecería que la agenda de las grandes corporaciones y políticos no se rige por el mismo calendario que la salud pública.
De hecho en 2009 la Unión Europea accedió a una política de “exposición cero” a pesticidas disruptores endocrinos. Pero como siempre, la práctica aún dista mucho de la teoría.
Uno de los motivos es que los criterios para definir un pesticida disruptor endocrino se establecieron recién en 2018, después de 9 años de intenso debate. Así que eso ya supuso un retraso: si no se identifican, no se prohíben.
Por otro lado, muchos pesticidas no están siendo apropiadamente estudiados o se publican resultados completamente parciales que influyen en la decisiones políticas (como lo que está ocurriendo con el glifosato en la UE ahora mismo). Para eso en 2021 entró en vigor el Reglamento de Transparencia en la UE, que determina que las sustancias pueden ser analizadas por grupos externos a la industria para garantizar la objetividad de los hallazgos de manera pública. Lamentablemente todos los estudios aportados previo a este reglamento no han sido tenidos en cuenta, y a pesar de la presión de instituciones como PAN Europe (Pesticide Action Network), por ahora no parece que vayan a prestarle mucha atención.
Por estos motivos, hay pesticidas disruptores endocrinos potencialmente cancerígenos detectados, que a día de hoy se siguen extendiendo las vigencias anualmente.
Algunas de las preguntas que plantea HEAL (Health and Environment Alliance) y comparto son:
“¿Cuántas sustancias se encuentran en la misma situación? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se tomen decisiones sobre su destino y para que todas las sustancias que son motivo de preocupación en términos de alteración endocrina sean expulsadas del mercado?”
Ahora sí, ¿qué dice la literatura científica sobre los pesticidas?
El estudio más relevante que encontré fue publicado en Enero de 2022 en “Environment International”, una revista científica revisada por pares que cubre la ciencia ambiental y la salud.
El hallazgo más importante de este estudio fue que las personas que consumían más de 4 raciones bajas en pesticidas por día tuvieron una reducción de la mortalidad por todas las causas del 36%. Un número bastante importante para la literatura médica.
Por el contrario, la ingesta de FV con alto contenido de residuos de plaguicidas no estuvo relacionada con un aumento de mortalidad directamente. Aunque se plantea la posibilidad de que la mayor ingesta de plaguicidas sobre patologías como cáncer o enfermedad cardiovascular podrían predisponer a peores desenlaces (peor calidad de vida, mayor complicaciones, menor respuesta a tratamientos, etc).
Datos importantes sobre la solidez de este estudio:
- Objetivo: medir la asociación entre la ingesta de frutas y verduras (clasificados según su estatus de residuos de plaguicidas), con la mortalidad total y por causa específica.
- Muestra: población americana de aproximadamente 150.000 personas durante 20 años entre 1999 y 2019. Fueron 137.378 mujeres de alrededor de 60 años al inicio y 23.502 hombres de alrededor 45 años al inicio sin enfermedad cardiovascular, cáncer o diabetes al inicio del estudio. Las personas que formaron parte del estudio eran ciudadanos “promedio”: más bien con sobrepeso, mediana a poca actividad física, consumo de alcohol moderado e historia de tabaquismo en aproximadamente el 30% de la muestra. Bastante parecido a la realidad, ¿no?
- Exposición: un punto relevante es que se valoró la contaminación de alimentos con pesticidas en general en lugar de contaminación con compuestos específicos, lo cual podría estar minimizando el efecto global de los pesticidas ya que hay algunos mucho más nocivos que otros (como los halogenados).
Otros estudios importantes reportaron los siguientes hallazgos:
En el estudio Nutri-Net Santé de Francia (70.000 personas adultas), el aumento del consumo de alimentos orgánicos se relaciona con un 25 % menos de riesgo del cáncer de mama posmenopáusico y linfoma no Hodgkin.
Otro estudio valoró el impacto de los residuos de pesticidas y la terapia de reproducción asistida (TRA) en un grupo de mujeres (mucho más reducido, solo 325). Se encontró que el mayor consumo de frutas y verduras con alto contenido de residuos de plaguicidas se asoció con menores probabilidades de embarazo y nacidos vivos después del tratamiento de la infertilidad con TRA. Estos datos sugieren que la exposición a pesticidas en la dieta dentro del rango de exposición humana típica puede estar asociada con consecuencias reproductivas adversas.
Conclusiones
Es una realidad que a día de la fecha falta investigación a largo plazo con estudios bien diseñados, que contemplen posibles agentes confundidores en el impacto de la alimentación ecológica como el estilo de vida saludable y que analicen detalladamente los pesticidas presentes en los alimentos.
Sin embargo, me atrevo a resaltar que hasta ahora los resultados parecen ser bastante contundentes: reducir el consumo de alimentos con altos residuos de pesticidas es potencialmente beneficioso para la salud a largo plazo.
Principalmente en los grupos más susceptibles: embarazadas y niños.
Bibliografía consultada:
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